
Lo de River empezó hace rato. Desde aquel Apertura 2005, donde se trajeron jugadores de medio pelo para suplantar a otros como Salas, Lucho Gonzalez o Mascherano, que se habían ido. Se trajeron jugadores que bien podrían haber llegado a cualquier otro club de la Argentina. Cuando en otra época no todos se ponían la banda roja.
La falta de identidad y el nivel parejo de malos equipos hicieron que River saliera campeón en estos seis años. Pero tampoco fue River. Fue un conjunto con la camiseta del millo que, como lo hicieron Argentinos o Banfield, aprovecharon una racha en estos torneos cortos y de buenas a primeras fueron los mejores. No sorprende, al decir esto, que River haya salido último al otro campeonato.
La danza de entrenadores imposibilitaron todavía mas la identidad fútbolistica. Cada seis meses se cambio técnico hasta llegar a uno que copia lo peor de la mayoría en el fútbol argentino. Juegan a no perder. A empujar y luchar. A esperar del guiño de la suerte para ganar un partido. Esos mismos se dicen ganadores cuando tienen una buena racha. Pero cuando les viene la mala quedan expuestos a la falta de ideas y al miedo que demuestran cada vez que se sientan en un banco.
De seguir así, el fútbol argentino se muere. Es necesaria una reestructuración total para cambiar este deporte y volverlo a hacer una fiesta. Porque hoy, en Argentina, el fútbol hace sufrir. Sino pregúntenle a los hinchas de Huracán y de Gimnasia si este miércoles van a disfrutar de este juego.
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